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viernes, enero 26, 2007,04:05
Tardes de tiempo y ausencia

I

Con paso decidido él se dio la vuelta y comenzó, en la intimidad que la soledad de la tarde en su casa le proporcionaba, el tiempo para él, cargado y sostenido por las ausencias que le proporcionaban durante esas pocas horas. Aquellas tardes, aquellos solitarios momentos de reconocimiento y perplejidad eran lo único que ahora le quedaba, lo único que alegraba un poco su cansada vida.

Marc fue al baño, encendió la luz y mecánica y lúcidamente fue sacando el maquillaje que su mujer guardaba en el segundo cajón de la izquierda. Lo colocaba con dulzura, uno tras otro, en fila, ordenado por colores que a él se le antojaban hermosos y casi mágicos. Estuvo quieto, mirándose en el espejo, observando las facciones que su rostro reflejaba en él. Y así permaneció varios minutos que a él se le antojaron casi imperceptibles; leves instantes de calma, sosiego e íntima soledad.

Un agudo timbre despertó su mirada y le devolvió a la realidad de la tarde de aquel caluroso mes de primavera. «Quién podrá ser...», fue lo que pensó Marc mientras dejaba su mano izquierda sobre el frío y metálico picaporte de la puerta y, lanzando todo el peso con su brazo, consiguió que éste cediera y escuchar así aquel familiar sonido.


II

El tiempo pasaba y los dígitos negros del reloj electrónico que sobre la muñeca izquierda de Marc parpadeaban constantemente, no cesaban en su continuo e inhumano cambio y fluir.

«Hoy deberé darme prisa», se dijo para sí, a la vez a modo de recordatorio y como advertencia, mientras empujaba y cerraba con un poco de hastío la puerta principal de la casa. Después de una larga conversación de casi hora y media con la anciana y cotilla vecina del segundo derecha, ahora lo único que deseaba era estar solo y dejarse llevar por sus deseos y sus más íntimos pensamientos.

El sonido de sus pasos resonaba por toda la casa, por los deshabitados rincones y habitaciones que en ella había. Caminó con paso ligero los pocos metros que le separaban del cuarto de baño y volvió a entrar al amparo de la amarilla luz artificial que todo lo cubría. Alzó la cabeza y fijamente volvió a clavar sus grisáceos ojos en la masculina y madura figura que a través del compacto cristal le miraba y se miraba. Y, en una larga inspiración, vio las pequeñas arrugas que a ambos lados de los ojos se encontraban; las ojeras de su prolongado insomnio; la incipiente barba que arañaba la mano de su esposa cuando ésta le acariciaba como cuando aún eran jóvenes; sus entradas; los pálidos pelos que, aquí y allá, le envejecían el alma; y su profunda, grisácea y cansada mirada que fijamente lo estaba observando y describiendo con una cuidadosa atención.

Inspiró profundamente y apartó la mirada de la suya, mientras giraba el grifo del agua fría del lavabo y dejaba que el ruido del agua y el frescor que ella le producía al contacto con su rostro le despejasen un poco. Marc se secó lentamente con la amplia y verde toalla que su madre bordó para él hacía varios meses. Y, volviendo su mirada hacia los objetos que había depositado encima del lavabo, estiró la mano hacia ellos.


III

La noche tardaba en entrar. La luz comía minutos a la oscuridad, se revolvía y jugueteaba con su hermana, rogándole sólo unos pocos minutos más; como si los últimos fueran los más importantes del día, como si unos instantes más en la despedida valieran la pena. La casa estaba en silencio y tinieblas, tan sólo un leve resplandor se percibía a través de la entreabierta puerta del cuarto de baño y casi apenas era perceptible desde la entrada y el comienzo del largo pasillo.

Marc se miraba fijamente, ensimismado con su rostro, feliz en su silencio y en aquel tiempo para sí. Sonreía a su mudo amante del otro lado del cristal mientras éste le dedicaba una sonrisa como aquellas que las jóvenes e inocentes muchachas le dedicaban tiempo atrás. Se sonreía y le sonreía, y ambos se profesaban sonrisas de muta admiración

El incesante tiempo fluía en su muñeca y decidió darse prisa por recoger todo el desbarajuste que en aquel pequeño y límpido baño él había creado. Uno tras otro fue cerrando los vívidos colores que aquellas cajas escondían y fue guardando y colocándolos de forma mecánica y precisa.

El agua corrió por las cañerías, salió un instante a la luz y volvió a refugiarse de nuevo en la oscuridad de las cañerías, tierra y suciedad. Marc juntó sus manos llenándolas de agua y, con un rápido movimiento, cubrió toda su cara. El agua teñida también corrió a refugiarse en la oscuridad, rauda y sin pausa, ajena a todo lo que con ella se llevaba. Y entonces él alzó su mirada para verse una vez más, una última vez en aquella tarde; cogió de nuevo la toalla y se secó a conciencia el rostro y las orejas, ya que también se le habían mojado; y, al despegar su cuerpo de la verde y colorida toalla, miró por última vez el frío espejo que tenía ante él. Marc se miró quedamente, quieto y paralizado se quedó ante las miradas que sobre él se posaban: su mirada era de sorpresa y la de su mujer de incredulidad. Él apartó la mirada de su rostro y pudo ver claramente a través del espejo y el reflejo de sus ojos la mirada de incredulidad de su mujer que sobre su rostro se posaba, que sobre su rostro aún veía los restos del maquillaje que ella guardaba en el segundo cajón de la izquierda de aquel cuarto de baño.

(Tardes de tiempo y ausencia, José Luis Merino)

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Escrito por bydiox
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4 Comentarios:


  • Escrito a las 26/1/07 08:17, Anonymous Anónimo

    Jeje,das un aire envolvente a tus relatos que me encanta :)

    Felicidades y a seguir escribiendo con toda la ilusión puesta! ;*

     
  • Escrito a las 28/1/07 11:28, Anonymous Anónimo

    Uhm... necesito más...

     
  • Escrito a las 29/1/07 20:06, Anonymous Anónimo

    me encanta cómo escribes. cómo sienten tus personajes. las dudas que encadenas. y cómo cierras sin cerrar.

    un beso

     
  • Escrito a las 30/1/07 15:34, Blogger Missing

    Me ha gustado, muy descriptivo, muy de hacerte sentir el agua fría en la cara, la toalla verde cálida y suave secando la piel. Gracias por compartir tu talento con nosotros. Un beso.